¿Sabes cómo se aprende a ser feliz?
Sabiendo sufrir.
Como toda casa a construir, hay que empezarla por unos cimientos, cimientos que trasladándonos a nuestra vida, vendrían a ser los duros golpes que nos da la vida, golpes que aploman tanto los cimientos al suelo, que es imposible que la casa(vida) se cayese. La felicidad vendría a constituirse como la fachada y el tejado de la casa, quedando los cimientos enterrados en el fondo de nuestro ser, ocultos bajo nuestra piel, y que por desgracia o gracias a Dios, según como se mire, deberían de ayudarnos a saber vivir, y a saber disfrutar de las cosas más nimias de esta vida, con el fin de que la casa no se desmorone.
Cierto es, que nunca sabemos, o mejor dicho, nunca queremos, que dichos golpes lleguen a nuestra vida, pero como humanos que somos, siempre llegan, en un tiempo indeterminado, por lo que debemos en el momento de su llegada, asimilarlos y mandarlos bajo la tierra, para que refuercen los cimientos.
Dicha estructura de esta casa, seria quizás lo soñado, pero lo normal es y como supongo todos coincidiréis, debido a nuestra infancia del mundo de “yupi”, construimos la casa por el tejado, con tan mala pata, que cuando viene una ráfaga de viento, la aparente casa, se nos desmorona. Por eso, cuando ocurre dicha demolición, deberíamos reciclar esos buenos momentos, y empezar enterrando bajo el suelo esos duros golpes que nos servirán como cimientos, para así comenzar nuestra “casa perfecta”, con el reciclado de los buenos momentos, y los que quedan por llegar.
Cuando asimilamos el suceso nefasto, y lo utilizamos para bien nuestro, empezamos a notar por el cuerpo, que ese dolor nos hace un poco más fuertes, que ese dolor sirve para en un futuro empitonar a la vida con nuestras astas de ambición y ganas de vivir, hasta conseguir ser felices.
Desde pequeño, siempre nos enseñaron a buscar la felicidad, pero nunca nos enseñaron, a saber, lo que para mí es lo más importante y que debe cimentar nuestra vida, que es, que para ser felices hay que saber sufrir, pues si no, nuestra felicidad sería tan esfumable como el humo de un cigarro.
A todo esto, y como anécdota personal, recuerdo para mí el momento que empecé a construir esa casa, y que a día de hoy me ha ayudado a mantener la calma en infinitud de situaciones. Era pequeño, tendría unos 9 años, cuando con lágrimas en los ojos, y poseído por la histeria, fui corriendo a mi madre a preguntarle: “¿Por qué tenemos que morir? Y ¿qué hay después de la muerte?”. Ese día para mí marcó un antes y un después, desde ese día asimilé la vida como un regalo en el que nos castigan, e intenté sacar todo lo bueno hasta de un suceso malo, construyendo así, mi casa particular.
A día de hoy, sigo teniendo un hueco en el suelo, para reforzar esos cimientos, mientras que mi casa, tiene la fachada y el tejado más bonito de toda la ciudad, sabiendo que no se desmoronaría ni en un maremoto. Y no se trata de tener todo para ser feliz o de sufrir más o menos, si no quizás, sacar el máximo provecho a lo que tenemos, con las mismas ganas que nos castigó el dolor. Y así obtendremos “Felicidad” y si no lo es, será “Sucedáneo de Felicidad”.