miércoles, 18 de febrero de 2009

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miércoles, 11 de febrero de 2009

Mi Rosa Roja

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Creo que he aprendido a amar gracias a la Rosa Roja, tal es su belleza, que si la miras fijamente, quedas paralizado y envestido por su carismática presencia. He adquirido de ella mi rúbrica, mi manera de firmar un acto, mi manera de vivir y mis sueños, todo se lo debo a ella, mi Roja Rosa.

Por única entre tantas, ella es especial y diferente de todas las demás flores, ella es única y deseable, ella es una flor invulnerable, preciosa como ninguna posee el olor de los ángeles y tiene el color de la sangre que brota por nuestras venas. Su anatomía es perfecta y parece una princesa el día de su boda.

Su tallo contiene espinas, que transmite la fuerza vigorosa de una bestia salvaje a la que no puedes agarrar, pero que en el caso de poder agarrarla, tendrás entre manos una belleza indomable. Su tallo también es esbelto y elegante, clavándose en la mirada, impidiendo que dejemos de mirarla.

Sus pétalos son anchos y largos, dibujados en círculos que aminoran, que te hipnotizan y te dominan invitándote a soñar albergando la esperanza de encontrar dentro de esa oscuridad entre pétalos, la felicidad, la esperanza. Mirando fijamente a sus pétalos, sientes a los ángeles besarte con la dulzura de labios de miel, sientes que gran cantidad de manos aterciopeladas te invitan a que la acaricies, y sientes que no hay mejor placer que no parar de mirarla e intentar tocarla. Si logras tocarla, lo más parecido a un orgasmo recorre tu cuerpo, tu piel se torna de gallina, y esbozas un suspiro por haber tocado el cielo con la yema de tus dedos.

Cuando te acercas a la Rosa Roja y notas su olor, entremezclas infinitas maravillas en tu olfato, crees estar en el paraíso, donde lo que hueles es el olor a unicornio, algo insuperable y único que la caracteriza, que la convierte nuevamente en especial, en algo irrepetible, y que desearas que fuera perpetuo.

Cautivados por la Rosa Roja, mezclas la sensación del olor, el tacto, y la mirada, cayendo en un éxtasis de locura, donde caes perdidamente enamorado por sus características, perdiendo la razón, quedando a merced de las órdenes de esa perfecta armonía y belleza para los sentidos. Deseas que el momento nunca acabe, pero por desgracia nada es eterno y todo acaba, pero gracias a Dios, este momento se repite todos los días al mirar a tus ojos, “mis ojos de brujo”, los ojos de mi Rosa Roja.

Esto va dedicado a mi Rosa Roja, mi niña, mi vida, mi maravilla, mi sueño, mi ilusión, mi mundo, mi esperanza, mi amor, mi preferida. Te Quiero.

Jungla Humana, 11/02/2009

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Veremos a ver, comentan las malas lenguas o lenguas viperinas, llámese como el lector desee, que la “people” se alegra de los males ajenos cuando son parecidos a los suyos, dándose el refrán de “mal de muchos, consuelo de tontos”

Esto, por ejemplo, podemos observarlo (si eres estudiante), en la dichosa época de exámenes, donde en el momento de recibir las calificaciones, estamos deseando que nuestro compañero saque peor calificación o si suspende mejor que mejor, ahora bien, yo me pregunto de que nos vale consolarnos así, ¿para qué? O mejor dicho, ¿Por qué?

Quizás sea para regodearnos en nuestro propio ego, y que por un momento, podamos creernos que somos mejor que alguien por este insignificante hecho, o también puede ser porque realmente a veces nos gusta ser un poco “hijoputas”, a la par de envidiosos.

He sufrido a lo largo de mi vida estudiantil siempre la burda e insulsa la ridícula competición por superar las notas de otros compañeros, incluso he de decir, que he visto a gente, despotricar de gente por sacar mejor nota que ellos, hasta llegar a enfadarse con esa persona, creo que para no enfadarse con uno mismo, que sería lo razonable.

Probablemente, este caso aquí expuesto sea aplicable a la vida cotidiana, en el que tratamos de superar, incluso pisotear al prójimo con tal de conseguir nuestros objetivos, convirtiendo la vida en una jungla, donde para poder “sobrevivir” y lograr nuestros objetivos, hay que “matar” o “llevarse por delante” todo lo que encontremos a nuestro paso, ya que sin ese instinto asesino y depredador, caeríamos devorados y presos de la maldad y codicia humana.

Para despedirme, decir que en cosas susceptibles de competición (en esta vida ya se compite con todo…), intentad ganarme pero con clase, si gana, me alegro por usted, pero competía solo, y si usted siente que ha perdido, que tenga un buen perder.

A todos estos asesinos ignorantes, ¡qué os den!
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Iñigo comenta:
En el sentido contrario. Muchas veces reaccionamos ante notas delante de personas mas desfavorecidas y no comprendemos que somos más afortunados que los que “viven” a nuestro alrededor.
La sociedad necesita más empatía para conocer y relacionarnos entre todos; es verdad que somos diferentes, pero no por ello, tenemos que hacer sangre de ello.

martes, 3 de febrero de 2009

La playa, 3/02/2009

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En soledad me dirijo a una playa de El Puerto de Santa María, me dispongo a sentarme y mirar al horizonte, con el único fin de quedarme inmerso en ese cúmulo de situaciones que creemos que no pasan a nuestro alrededor, pero que sin embargo pasan, logrando que mi alma quede admirada.

Miro al horizonte fijamente, y me pierdo en la eternidad del mar, sintiendo que vuelo por aquella masa de agua sin fin, que cruzo el horizonte y le hago un guiño al sol que por allí se esconde en ese momento y se encuentra despidiéndose de mi.

Al mismo tiempo escucho el chapotear de las diminutas olas en la orilla, son susurros del cielo, que me ordenan relajarme y que siga volando, que me inmiscuya aun más si cabe en la profundidad del mar, y que siga agudizando mas mis oídos, para que pueda escuchar crotorar a las cigüeñas por allí presentes, que me piden que siga volando con ellas.

Mientras escucho, me pierdo con la mirada entre tanta inmensidad, cojo un puñado de arena, la siento perderse entre mis dedos, como si fuesen suspiros, pero almacenando gran parte en mi puño, como si se trataran de segundos, alegrías y sueños siendo yo el dueño y señor del momento, estando poseído por aquel maravilloso paraje natural.

El viento azota y me alza más en mi vuelo, me hace disfrutar aun más, y consigue perderme del mundo e introducirme en el paraje natural… al fin… lo ha conseguido,ha surgido la magia, la playa me ha atrapado… y no quiero que me libere…

Vida irremediablemente vacia, 2/02/2009

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El otro día, en el cine, me dispuse a ver “Revolutionary Road”, esa película de Kate Winslet y Leonardo Di Caprio, la cual creía que iba a ser la típica pastelosidad americana con la pareja perfecta, pero que me fue de grata sorpresa. Se trataba de una película lenta, angustiosa, con diálogos estresantes y pesados, pero que reflejaba con una precisa exactitud y a las mil maravillas lo que provoca la hastía rutina y el desvanecimiento de aquellos sueños que todos tenemos de joven, destrozados y comandados por aquel ente todopoderoso que hemos creado al cual podemos conocer como la imperante sociedad.

Curioso de la película me resulta, que la frase con más sentido, la dijera el hombre menos cuerdo y que sacando con cuentagotas las palabras que a mí me marcaron, eran estas: “una vida irremediablemente vacía”, lo cual me hace pensar que quizás aquel hombre no esté tan desequilibrado, y quizás sea la sociedad la que sí lo esté.

Cuando somos jóvenes, quizás nos encontremos menos infectados por el veneno de la sociedad, y puede que por esta razón, unida a las ganas de amar, de cambiar el mundo , y de vivir, soñemos despiertos sobre una vida mejor, llena de sobresaltos y en la que encontramos y disfrutaremos de una felicidad plena y una vida soñada.

Por desgracia, a medida, que vamos creciendo, estos sueños van siendo devorados por los dictámenes y decisiones que consciente o inconscientemente toma la sociedad sobre nosotros, convirtiendo nuestra vida en insípida y rutinaria, siendo las personas meras marionetas.

Es muy triste pensar que con mis 19 años que tengo, todos mis sueños se puedan ver frustrados por las meras imposiciones de la sociedad, sin tener apenas capacidad de elegir, como también resulta increíble e incomprensible la imposición que a veces sufrimos y que es la de que tenemos que vivir para trabajar en vez de trabajar para vivir.

En cierto modo, la sociedad influye en nuestras vidas, pero debe de hacerlo de un modo recomendatorio, y no debe de hacerlo en el sentido de ordenarnos lo que tenemos que hacer, que comer, como vestir, donde vivir, la forma de vivir, y la forma de actuar según unas circunstancias características.

Por eso, si han de llamarme loco o me han de acusar de ir en contra de lo que la sociedad piense, que lo hagan, pero yo no pienso tener una vida “irremediablemente vacía” y estar muerto en vida mientras soy una marioneta más, solo pienso en escapar de la rutina y tener libre determinación de mis actos, siendo yo, y únicamente yo, consecuente y responsable de mi propia búsqueda de la felicidad y de la manera de conseguir una vida plena.