lunes, 8 de junio de 2009

MIEDO



Miedo.

(Del lat. metus).

1. m. Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.

2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.

Desde que adquirí uso de raciocinio, me percaté en la percepción de un recelo común en todas las personas, el miedo.

Me di cuenta que era algo que iba vinculado a mí y que iba sufriendo modificaciones al igual que mi persona con el paso de los años. Recuerdo muchos de mis miedos, algunos ahora cuando los rememoro me parecen ridículos, quizás señal de que están superados. Pero el miedo no es algo que esté determinado desde un principio, sino que se trata de algo indeterminado y sin entidad fija en el tiempo. Algunos miedos aumentan, otros aminoran, otros son vencidos y con otros únicamente aprendes a vivir con ellos.

Imagino que tener miedo es algo cotidiano, incluso pensaría que todo el mundo tiene derecho a tener miedo, al igual que todos tenemos derecho a ser felices, ¿por qué no?

En mi corta vida, 19 añitos de nada, he intentado vencer mis adversidades con esfuerzo y valentía, pero no siempre es tan fácil. Podría enumerarte una lista de miedos no vencidos por gran parte de las personas, refiriéndome a miedos sentimentales podría enumerarte el miedo a enamorarte cuando sales de una relación, el miedo a que el pasado sea mejor que lo que te deparará el futuro, el miedo a las personas porque otras te hicieron daños, el miedo a la soledad, el miedo a la muerte, etcétera, etcétera. También podríamos enumerar otra cantidad de miedos ya considerados como los “no sentimentales”, que pueden ser las fobias a animales, a lugares, a viajar en determinados medios de transporte y muchos más, propios de personas de corta edad, de una edad más avanzada, y propios de gente anciana.

Donde quise llegar desde el comienzo de esta reflexión es al miedo a avanzar. Cuando pasamos por un momento malo en nuestra vida, siempre tenemos la sensación de lo que hemos dejado por el camino siempre será mejor que lo que nos vendrá en un futuro, incluso cuando el pasado fue tormentoso y parecido a un infierno. Ese miedo a avanzar nos condiciona hasta tal punto, que no somos realmente nosotros mismos, si no unos seres débiles, y estancados en el tiempo con tanto miedo a dar un paso adelante, que simplemente nos enclavamos en el mismo momento como si tuviéramos anclados nuestros pies, incapaces de dar un paso hacia delante.

Obviamente a todos nos gustaría avanzar, pero a veces el miedo nos puede, nos ciega hasta tal punto que tenemos los ojos tan cerrados que no podemos ver ni siquiera lo que sucede a un metro de nosotros. Pues bien señores, el futuro de bien sabidos es incierto, y como tal, no se puede deducir de antemano que lo que venga será peor, puesto que quizás sea mejor. El caso es arriesgarse a vivir, porque quien no arriesga no gana.

Decía Paulo Coelho que “Sólo una cosa vuelve un sueño imposible: el miedo a fracasar.” Y qué gran razón tenía en el momento de la elaboración de dicha frase, y si no, piensa ¿Cuántos sueños quedaron sin cumplirse por no arriesgar? ¿Cuántas personas quedaron solas por miedo a amar? ¿Cuántas personas vivieron amargadas por querer vivir en un recuerdo? ¿Cuántos murieron en vida por no superar una muerte? Multitud de preguntas podríamos hacernos al respecto, muchas sin respuesta, muchas con respuesta, la cuestión es, que la respuesta la tienes TÚ.

El único miedo que hay que tener, es el miedo a tener miedo.

A continuación, creí oportuno la redacción de un relato denominado “METUS” en relación con lo anterior.

METUS

Tiempos difíciles corrían para Couard, el joven francés de 19 años, había llegado a España con la idea de borrar de su mente lo que había ocurrido en la ciudad francesa de Metz. Había decidido llegar a España y hacer como se dice cotidianamente “borrón y cuenta nueva”.

Todo iba bien para el joven, hasta que vio a Valens por las calles de Madrid. Este había sido el mejor amigo de Couard, y se encontraba en la ciudad por motivos turísticos.

Valens, paseando por la Gran Vía de Madrid reconoció a su amigo que estaba observando un escaparate.

Cuando Couard reparó en la presencia de su amigo, se le descompuso la cara, sintió como de una manera u de otra, no sería tan fácil librarse de todo su pasado, y se dio cuenta que huir nunca sería la solución. Súbitamente le vinieron a la cabeza lo que pasó en Metz, recordó la caída de Jean Paul, mientras él y Valens bromeaban en lo alto de aquel puente.

Val, como así le llamaban cariñosamente reparó en la situación de su viejo amigo y rápidamente fue a asistirle y le dijo:

- Hola..¿Qué te pasa? Supongo que se que te pasa…y fue un accidente, deja de auto inculparte, pasó porque tenía que pasar, no tuvimos culpa.

- Si no hubiéramos estado allí, se podría haber evitado, lo sabes.- Le replicó Couard-

- La cosa es que estábamos, fue un accidente, así que deja de lamentarte e intenta ser feliz joder.

- No puedo, por más que lo intento no puedo.

- Vamos a dar un paseo, y hablamos.

El joven Couard asintió y se dispusieron a pasear por la Gran Vía madrileña. Cuando comenzaron a andar el joven Val, de 18 años, cogió por la espalda a su amigo y lo giró. Una vez realizado este acto se dirigió a su amigo y le dijo:

- Anda de frente, pero de espaldas.- Le ordenó Valens-.

- ¿Y esto a que viene?- pregunto sorprendido Couard-

- Tú calla y hazlo.

El joven empezó a andar de espaldas a la misma vez que su amigo, mientras, la cara de Cou, denotaba rareza por aquel suceso. De repente Valens le mandó parar al lado de un banco, le pidió que se sentase y se dirigió a él:

- ¿Te has dado cuenta Couard?

- ¿Darme cuenta de qué?-preguntó extrañado Couard.-

- Mira es fácil, -hizo una parada para sentarse al lado de su amigo y siguió- tú al andar de espaldas a la calle, no has podido observar todo lo que se apreciaba ante ti, no has observado las señales que se han ido dando, ni siquiera has podido superar aquellos obstáculos que se te han planteado en el camino. Solo has podido mirar lo que has recorrido, tu pasado, quedando imposible para ti numerosas cosas, cosas que pasaron ante ti y no te distes cuenta. Tienes demasiado miedo, tanto que te impide girarte hacia delante y andar, andar con paso decidido, hacia delante, hacia la vida. Mientras, yo he ido para el frente, y aunque cuando me hizo falta miré al pasado para ver el camino que había recorrido, me gustó más ver el camino que me quedaba por recorrer, ver las cosas cuando aparecen y no cuando ya pasaron, me gustó ver lo que se me venía encima, afrontarlo, y así evitar que me golpeara sin que pudiera hacer nada, en definitiva me gustó vivir la vida.

- ¡Vaya! Tienes toda la razón, pero ojala fuera todo tan fácil como lo describes….

- El camino lo tienes amigo, ya solo te queda andar de frente… en tu mano queda.

- Muchísimas gracias, me has hecho ver cosas que antes no me di cuenta, me alegra verte por estos barrios Val.

- A mí también feo, espero volver a verte pronto donde tienes que estar, en tu ciudad con tu gente, ahora me tengo que marchar, ya sabes…

- Adiós, y que sepas que... ¡volveré! jeje-se despidió entre risas Couard.

Después de este encuentro ambos amigos se separaron, pero no para siempre, Couard, hizo caso al consejo de su amigo y venció el miedo a avanzar y a vivir que se había convertido en intrínseco, y lo volvió a ver, pero en su tierra natal…

Reseña:

1. La primera letra del párrafo 2º, 3º, 4º, 5º, y 6º forman la palabra miedo.

2. En el relato, he utilizado el origen etimológico de palabras como MIEDO (METUS), COBARDE (COUARD) y VALIENTE (VALENS).