sábado, 7 de marzo de 2009

Microrrelato-Adiós













ADIÓS

Por allí venia Claudia, caminaba hacia mí, decidida y mascullando algo entre dientes. Su mirada impasible, miraba al suelo, como si esperara que el momento pasara lo más rápido posible.

El miedo reinaba en mi cuerpo, aquellas palabras que me había dicho antes por teléfono me daban un pavor sorprendente. Pululaba aun por mi mente aquel “tengo que hablar contigo” con aquel tono frio, seco, y rotundo con el que había empleado sus palabras.

De repente estaba frente a mí, me dio dos besos y se dirigió a mí:

“Vamos a aquella cafetería, hablaremos mejor sentados mientras tomamos un café”.

Asustado asentí, no pude articular palabra, simplemente obedecí.

Sentados, tomábamos aquel café sin articular palabra, con la sensación en el ambiente de que algo no iba bien. Cuando daba un sorbo de aquel café, el cual se me hacía más amargo de lo que aun era, me agarro de la mano derecha con fuerza y se dispuso a hablar. El nerviosísimo recorría cada centímetro de mi cuerpo, intentaba mostrarme sereno, pero me era imposible. Miré a sus ojos color cielo, e intenté escuchar sin demostrarle miedo. Comenzó a hablar:

“Pablo, esto que te voy a contar, sé que no te gustará, pero creo que es la mejor decisión que puedo tomar. Lo nuestro se acabará, me ha surgido trabajo en Francia, y es una oportunidad que no puedo, ni quiero desaprovechar, siento mucho que todo este cuento de hadas acabara así, te puedo asegurar que han sido los mejores 3 años de mi vida.”

Hizo una parada, dio un sorbo nuevo a su café con leche y siguió hablándome, con la mirada fija hacia mis ojos, ojos que estaban viendo algo que nunca imaginaría que verían. Prosiguió:

“Debes continuar tú solo, eres fuerte, y sé que podrás hacerlo. Me voy mañana, sabes que no me gustan las despedidas, así que me despediré de esta manera, sin abrazos, sin besos, de una forma fría. No te molestes en llamarme, ni de buscarme, no dejaré que me encuentres. Deshazte de las cosas que están en tu piso, borra todo lo que pueda recordarte a mí, pero por lo que más quieras, no dejes rastro de mí, pienso desaparecer de tu vida ahora, y quién sabe si para siempre. Lo siento de verdad, lo siento. Ahora, no quiero verte llorar, ni siquiera quiero que digas nada, solo que calles y aceptes lo que he decido. Nunca te olvidaré. Adiós mi amor.”

Ante mi mirada atónita y mi cara perpleja, me dio un último apretón a aquella mano, se levantó y se fue caminando decidida hacia el fondo de la calle. No podía creerme aquello que me estaba sucediendo, todo se había esfumado como el humo de un cigarro, tan rápido, tan cruel…., pero no quedaba más remedio que asimilar aquello que estaba viviendo.

Tras doblar ella aquella esquina, se que nunca más oiría su voz, ni tampoco olería su maravilloso perfume, y tampoco volvería a ver su preciosa cara….Perplejo, y pellizcándome los brazos imaginando estar en un sueño, me levanté, pagué aquellos malditos cafés, y empecé a andar dirección a mi hogar, mi ahora, maldito hogar.

No sabía qué hacer en aquellos momentos con mi vida, pero una casa tenia clara, no podía tirar la toalla, desde pequeño me enseñaron a mirar siempre al frente y no desfallecer, y eso haría, no sé cómo, pero lo haría. Pensándolo bien solo tenía 32 años, y sabiendo que me quedaba aun mucho por caminar, ¿qué sentido tendría una rendición?

2 comentarios:

  1. Que bonito Portela... =( Porque ultimamente escribes triste fu..=( que me meto tanto en la lectura que me entristezco yo jajaja =P Sigue así escritor, que yo siempre seré tu fan nº 1 (K) Pili

    ResponderEliminar
  2. Joder la tia ya podia haber pagado su café, a parte de romper el corazón le sigue robando dinero!

    ResponderEliminar