sábado, 25 de abril de 2009

El Secreto de la Noche




Eran las 4 de la mañana de un lunes, Luis se encontraba frente al ordenador, quería escribir, quería quedarse vacío y liberar su mente, espolvorear al lector con todo aquello que guardaba dentro, y sentirse relajado. Últimamente no pasaba un buen momento y tenía que desahogarse de alguna manera, pero no podía escribir, estaba bloqueado.

La impotencia de querer y no poder del momento lo estaba volviendo loco, intentaba sacar lágrimas guardadas y no podía, intentaba pensar y no podía, todo aquello que intentaba no le salía, no podía.

Después de sentirse tan bloqueado y tan inútil, decidió salir fuera de su casa. Un amigo suyo le había comentado que sentirse solo en la oscuridad le ayudaba, le hacía sentirse dueño del momento al menos por una vez en su vida, dueño de la noche como lo llamaba él. El hecho de estar en la más inmensa oscuridad alumbrado solo por el lejano e insinuante brillo de las estrellas le hacía sentirse parte de algo especial, así que le hizo caso. Cogió un abrigo de su dormitorio y salió afuera.

Una vez fuera de su hogar, subió a la azotea, aquellas escaleras le parecían tenebrosas a esas horas de la noche, pero a la vez pacificas, como si fuera un ser dormido que no pudiera hacerle daño, en realidad así veía a la noche, todo lo que formaba parte de ella para él estaba descansando, durmiendo, en paz.

Tras haber subido de forma silenciosa y realizando tal acto de subir con un cuidado intrínseco, se tumbo en la azotea. Allí miró al cielo, estaba todo oscuro, lo veía tan oscuro como a su vida misma, decidió entonces sacar un cigarro y encenderlo. Se dio cuenta entonces que el sonido del mechero nunca había sonado más fuerte, la noche había logrado que tal sonido sonara mejor, que fuera más claro, y que la llama de este brillara más que nunca.

-” ¿Por qué no podía pasar lo mismo con su vida?” -pensó él.

Recostado en la azotea, escuchaba sus caladas, sentía como procesaba el humo por su boca hasta llegar al pulmón, y notaba al aire alquitranado volver a salir por su boca y su nariz. Se estaba encantando del momento, estaba descubriendo cosas que antes no pensaba que fueran así.

El cielo sin embargo seguía muy oscuro, no divisaba ningún astro por mucho más que mirase, pero él seguía con su empeño de querer ver las estrellas, y descubrir el “¿por qué?” era tan mágica la noche para su amigo, así que siguió mirando a la oscuridad acompañado de la melodía de sus pulmones trabajando mientras fumaba. Todo se estaba convirtiendo en un momento mágico para él, sin embargo no había conseguido su propósito, desbloquearse, empezar a descubrir el sentido de su vida y lidiar contra aquella angustia que sentía por dentro. Solo lo había conseguido parcialmente, y sentía impotencia por aquello.

Era cierto que ahora el cielo para él estaba más claro, que sus ojos se habían adaptado y ya no estaba tan oscuro, pero seguía sin ver las estrellas, hasta que de repente empezó a notar a lo lejos un pequeño brillo. Concentró toda su fuerza en aquel brillo, y este comenzó a ser más fuerte cuanto más pasaba el tiempo, estaba contento, cambió la mirada de lugar y se dio cuenta que había más puntos brillantes en el cielo, y que cada vez brillaban con más fuerza.

Empezó por fin a sentirse liberado, y empezó a darse cuenta, que la impotencia que había sentido antes y el bloqueo solo había sido pasajero, ahora veía las cosas mucho más claras, todo había empezado a tener sentido en su vida. Había descubierto que con paciencia y empeño podían conseguirse muchas cosas, y como cosas tan banales y tan comunes para él, esa noche estaban adquiriendo un cariz impresionante que estaba cambiando su vida y dándole sentido a todo. Realmente, estaba maravillado.

Miró y miró aquel cielo, no dejó de mirarlo, hasta que de repente se quedó dormido, dormido en la noche, como aquellas cosas que él consideraba que dormían por la noche. Se estaba dando cuenta, que el había sido participe de un momento mágico y que le gustaría que no acabara, pero todo lo bueno suele ser efímero, por eso hay que intentar aprender rápidamente, y así lo hizo.

Cuando despertó a media mañana, miró a su alrededor y vio como aquellas cosas habían despertado, la escalera ahora parecía alegre y divertida, un perro corría y ladraba, las flores tenían un color que por la noche había estado oculto, y ahora la noche estrellada, había sido sustituida por el astro rey que llenaba de inmensa claridad la oscuridad de la noche anterior. Todo para él había cambiado de la noche a la mañana, todo.

Por primera vez en mucho tiempo estaba feliz y su cara de hastió de la noche anterior también había cambiado, ahora retozaba una sonrisa radiante. Contemplando el paisaje desde lo alto de su azotea, y contento por todo lo que le había dado la noche, decidió bajar las escaleras con pasos fuertes y decididos y entró en su casa. Una vez dentro, se sentó delante de aquel ordenador, y escribió, simplemente escribió. Lo había logrado.

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